Propuesta:

.DESCRIPCIÓN DE UN ESTADO FÍSICO seguido de DESCRIPCIÓN DE UN CUADRO

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DESCRIPCIÓN DE UN ESTADO FÍSICO Antonin Artaud

Una sensación de quemadura ácida en los miembros,
músculos retorcidos e incendiados, el sentimiento de ser un vidrio frágil,
un miedo, una retracción ante el movimiento y el ruido.
Un inconsciente desarreglo al andar, en los gestos,
en los movimientos.
Una voluntad tendida en perpetuidad para los más simples gestos,
la renuncia al gesto simple, una fatiga sorprendente y central,
una suerte de fatiga aspirante. Los movimientos a rehacer,
una suerte de fatiga mortal, de fatiga espiritual
en la más simple tensión muscular, el gesto de tomar, de prenderse inconscientemente a cualquier cosa, sostenida por una voluntad aplicada.

Una fatiga de principio del mundo, la sensación de estar cargando el cuerpo, un sentimiento de increíble fragilidad, que se transforma en rompiente dolor, un estado de entorpecimiento doloroso, de entorpecimiento localizado en la piel, que no prohibe ningún movimiento, pero que cambia el sentimiento interno de un miembro, y a la simple posición vertical le otorga el premio
de un esfuerzo victorioso.
Localizado probablemente en la piel, pero sentido como la supresión radical de un miembro y presentando al cerebro sólo imágenes de miembros filiformes y algodonosos, lejanas imágenes de miembros nunca en su sitio.
La suerte de ruptura interna de la correspondencia de todos los nervios.

Un vértigo en movimiento, una especie de caída oblicua acompañando cualquier esfuerzo, una coagulación de calor que encierra toda la extensión del cráneo, o se rompe a pedazos, placas de calor nunca quietas.
Una exacerbación dolorosa del cráneo, una cortante presión de los nervios, la nuca empeñada en sufrir, las sienes que se cristalizan o se petrifican, una cabeza hollada por caballos.

Ahora tendría que hablar de la descoporización de la realidad, de esa especie de ruptura aplicada, que parece multiplicarse ella misma entre las cosas y el sentimiento que producen en nuestro espíritu, el sitio que se toman. Esta clasificación instántanea de las cosas en las células del espíritu, existe no tanto como un orden lógico, sino como un orden sentimental, afectivo.
Que ya no se hace: las cosas no tienen ya olor, no tienen sexo.
Pero su orden lógico a veces se rompe por su falta de aliento afectivo.
Las palabras se pudren en el llamado inconsciente del cerebro, todas las palabras por no importa qué operación mental, y sobre todo aquellas que tocan los resortes más habituales, los más activos del espíritu.

Un vientre aplanado.
Un vientre de polvo fino y como en foco. Debajo del vientre una granada reventada.
La granada expande un flujo de copos que se eleva como lenguas de fuego, un fuego helado. El flujo se agarra del vientre y lo hace girar.
Pero el vientre no da más vueltas. Son venas de sangre como vino, de sangre combinada con azufre y azafrán pero con un azufre endulzado con agua.

Sobre el vientre sobresalen los senos. Y más hacia arriba y en profundidad, pero en otro plano del espíritu un sol enardecido de manera que se podría pensar que es el seno el que arde. Y un pájaro al pie de la granada.
El sol parece que tuviera una mirada.
Pero una mirada que estaría mirando el sol.
Y el aire todo es una como una melodía gélida pero una extensa, honda melodía bien compuesta y secreta y colmada de ramificaciones congeladas.
Y todo construido con columnas, y con una especie de aguada arquitectónica que une el vientre con la realidad.
La tela está ahuecada y estratificada.
La pintura está muy prensada a la tela.
Es como un círculo que se cierra sobre sí mismo, una suerte de abismo
en movimiento que se parte por el medio.
Es como un espíritu que se ve y se ahueca, está modelado y trabajado
sin cesar por las manos crispadas del espíritu.

Mientras tanto el espíritu siembra su fósforo. El espíritu está seguro. Tiene un pie bien apoya do en este mundo.
El vientre, los senos, la granada, son como evidencias testimoniales de la realidad. Hay un pájaro muerto y hay un abundante surgimiento de columnas.
El aire está plagado de golpes de lápices como de golpes de cuchillos, como de esquirlas de uña mágica.
El aire está suficientemente alterado.
Así donde germina una semilla de irrealidad se dispone en células.
Las células se colocan cada una en su lugar, en abanico, rodeando el vientre,
delante del sol más lejos del pájaro y sobre ese flujo de agua sulfurosa.
Pero la arquitectura que sostiene y no dice nada es indiferente a las células.
Cada célula contiene un huevo donde se destaca el germen.
Repentinamente nace un huevo en cada célula.
En cada uno hay un hormigueo inhumano pero límpido,
las diversificaciones de un universo detenido.
Cada célula contiene bien su huevo y nos lo ofrece; pero al huevo no le importa demasiado ser elegido o rechazado.
Algunas células no llevan huevo. En algunas crece una espiral.
Y en el aire cuelga una espiral más grande pero como azufrada, de fósforo todavía y cubierta de irrealidad.
Y esta espiral tiene toda la relevancia del pensamiento más potente.
El vientre lleva a recordar la cirugía y la Morgue, la bodega, la plaza pública y la mesa de operaciones.
El cuerpo del vientre parece tallado en granito o en mármol o en yeso, pero un yeso endurecido.
Hay un casillero para una montaña.
Las burbujas del cielo dibujan sobre la montaña
una aureola fresca y translúcida. Alrededor de la montaña el aire es sonoro, compasivo, antiguo, prohibido.
La entrada a la montaña está prohibida. La montaña tiene su lugar en el alma.
Ella es el horizonte de algo que no deja de retroceder.
Produce la impresión del horizonte infinito.
Y yo describo con lágrimas esta pintura porque esta pintura me toca el corazón.
En ella siento desplegarse mi pensamiento como en un espacio ideal, absoluto, pero un espacio que tendría una forma posible de ser insertada en la realidad.
Caigo en ella del cielo.
Y alguna de mis fibras se desata y encuentra un lugar en determinados casilleros.
A ella regreso como a mi fuente,
allí siento el lugar y la disposición de mi espíritu.
El que ha pintado esa tela es el más grande pintor del mundo.
A André Mason lo que es justo.

DESCRIPCIÓN DE UN CUADRO Heiner Müller

Un paisaje entre estepa y sabana: en el cielo azul prusiano flotan dos nubes gigantes que parecen sujetadas por esqueletos de alambre, construidos en todo caso en un estilo desconocido, la izquierda, de mayor tamaño, podría ser un muñeco inflable de un parque de atracciones que se hubiera soltado de su cuerda, o un fragmento de Antártida que volara de vuelta a casa, en el horizonte una línea de cumbres achatadas, a la derecha en el paisaje un árbol, si nos acercáramos veríamos que son tres árboles, de distinta altura, con forma de seta, tronco con tronco, quizá de una misma raíz, la casa en primer plano es más industrial que artesanal, probablemente de hormigón: una ventana, una puerta, el tejado oculto tras la fronda del árbol que está delante de la casa y la supera en altura, de una especie distinta al grupo de árboles del fondo, sus frutos parecen comestibles, o apropiados para envenenar invitados, un frutero de cristal sobre una mesa de jardín, la mitad todavía a la sombra de la copa del árbol, y en el que hay dispuestos seis o siete ejemplares del fruto semejante al limón, desde la posición de la mesa, cuyas patas cruzadas son troncos de abedul joven sin tallar, tosco ensayo de trabajo manual, se puede concluir que el sol, o lo que quiera que arroje luz sobre este lugar, está en el momento del cuadro en el cenit, quizás el SOL esté ahí siempre y HASTA LA ETERNIDAD: que el sol se mueva es algo que el cuadro no puede demostrar, también las nubes, si es que son nubes, parecen flotar en su posición, el esqueleto de alambre las sujeta a un tablón de un azul manchado denominado arbitrariamente CIELO, en la rama de un árbol hay un pájaro perchado, la fronda oculta su identidad, puede ser un buitre, o un pavo real, o un buitre con cabeza de pavo real, la mirada y el pico dirigidos hacia una mujer, que domina la mitad derecha del cuadro, su cabeza divide la línea de cumbres, su cara es suave, muy joven, la nariz larga en exceso, hinchada en el puente, quizá por un puñetazo, la mirada hacia el suelo, como si no pudiese olvidar una imagen y o no quisiera ver otra, el pelo largo y desgreñado, rubio o de un gris blanquecino, la luz intensa no permite la distinción, va vestida con un abrigo raído de pellejo cortado para hombros más anchos, sobre una camisa fina y rala, probablemente de lino, de la manga derecha demasiado ancha y algo deshilachada alza un frágil antebrazo una mano a la altura del corazón o bien del pecho izquierdo, un gesto de defensa o del lenguaje de los sordomudos, defensa ante un espanto conocido, la bofetada el empujón la puñalada se ha producido, el disparo ya ha impactado, la herida ya no sangra, la repetición acierta en el vacío donde el miedo no tiene lugar, la cara de la mujer se hace legible si la segunda suposición es cierta, una cara de rata, un ángel de los roedores, las mandíbulas muelen cadáveres de palabras y basura verbal, la manga izquierda del abrigo cuelga hecha jirones como después de un accidente o el ataque de algo que desgarra, animal o máquina, llama la atención que el brazo no haya sido herido, o son las manchas parduzcas en la manga sangre coagulada, el gesto de la mano derecha de dedos largos al servicio de un dolor en el hombro izquierdo, cuelga el brazo tan débil en la manga porque está roto, o paralizado por una herida profunda, el brazo está cortado a la altura de la mano por el borde del cuadro, la mano puede ser una zarpa, un muñón (quizá costroso de sangre) o un gancho, la mujer se yergue de la nada, amputada hasta las rodillas por el borde del cuadro, o acaso crezca desde el suelo como el hombre sale de la casa y desaparezca en el suelo como el hombre en la casa, hasta que el movimiento incesante comienza, que revienta el marco, el vuelo, el mecanismo impulsor de las raíces haciendo llover trozos de tierra y aguas subterráneas, visible entre mirada y mirada, cuando el ojo VISTO TODO se cierra parpadeando sobre el cuadro, entre el árbol y la mujer la única gran ventana abierta de par en par, la cortina ondea hacia fuera, la tempestad parece provenir de la casa, no hay rastro de viento en los árboles, o acaso atraiga la mujer a la tempestad, o la provoque con su aparición, tempestad que la ha estado esperando en las cenizas de la chimenea, qué o quién ha sido quemado, un niño, otra mujer, un amante, o acaso sean las cenizas en realidad sus propios restos, el cuerpo prestado del fondo de los cementerios, el hombre bajo el marco de la puerta, el pie derecho todavía en el umbral, el izquierdo ya fuera sobre el suelo terroso manchado de hierba, abrasado por un sol desconocido, extendido el brazo, en la mano derecha tiene preso con gesto de cazador, allí donde se quiebra el ala, un pájaro, la mano izquierda, provista de dedos muy largos y torcidos que aletean, acaricia el plumaje erizado por el miedo a la muerte, el pico del pájaro se abre en un grito inaudible para el observador, mudo también para el pájaro en el árbol, los pájaros no le interesan, el esqueleto de su congénere junto a la pared interior veteada de negro, visible a través del cuadro de la ventana, pero invisible desde su posición en el árbol, no le podría transmitir ningún mensaje, el hombre sonríe, su paso es animado, un paso de baile, imposible de precisar si habrá visto ya a la mujer, quizá sea ciego, su sonrisa la precaución del ciego, él ve con los pies, cada piedra con la que tropieza se ríe de él, o la sonrisa del asesino que va al trabajo, qué pasará junto a la mesa de patas cruzadas con el frutero lleno y con la copa de vino rota volcada en la que flotan todavía los restos de un líquido negro, que se extiende por la mesa y por el borde goteando hasta caer al suelo bajo la mesa formando un charco cada vez mayor, frente a ella la silla de respaldo alto tiene un particular: sus cuatro patas están atadas con un alambre a media altura como para evitar que se derrumbe, una segunda silla arrojada en el suelo detrás del árbol a la derecha, el respaldo partido, la protección de alambre apenas forma una Z, y no un cuadrado, quizás un intento anterior de sujeción, qué peso ha roto la silla y ha dejado la otra inestable, un asesinato quizá, o un coito salvaje, o los dos en uno, el hombre en la silla, la mujer sobre él, su miembro en su vagina, la mujer todavía cargada con el peso de la tierra del sepulcro del que consiguió salir para visitar al hombre, del agua subterránea que gotea de su abrigo de piel, su movimiento al principio un suave balanceo, luego cabalgando cada vez más fuerte, hasta que el orgasmo hunde la espalda del hombre contra el respaldo de la silla que cede con estruendo, la espalda de la mujer contra el borde de la mesa, volcando la copa de vino, el frutero cargado de fruta comienza a deslizarse, y cuando la mujer se precipita hacia adelante sus brazos se aferran al hombre, los de él bajo el abrigo se aferran a ella, él hinca sus dientes en su cuello, ella los hinca en el suyo, el frutero se detiene junto al borde cuando la mesa recobra su posición, o la mujer en la silla, el hombre de pie detrás de ella con las manos pulgar con pulgar alrededor de su cuello, primero como un juego, sólo se tocan los dedos por delante, y entonces, cuando la mujer se encrespa contra el respaldo de la silla, le clava las uñas en los músculos del brazo, se hinchan las venas del cuello y de la sien, la cabeza se llena de sangre, la cara se va tiñendo de rojo azulado, sus piernas al contraerse golpean el tablero de la mesa, la copa de vino se vuelca, el frutero comienza a deslizarse, cierra el estrangulador el círculo, pulgar con pulgar, dedo con dedo, hasta que las manos de la mujer caen de sus brazos y el sordo crujido de la laringe o de la vértebra cervical marca el final del trabajo, quizá ceda ahora el respaldo de la silla bajo el peso muerto otra vez, cuando el hombre retira las manos, o la mujer cae hacia adelante, con la cara rojo-azulada sobre la copa de vino, y desde allí el líquido oscuro, vino o sangre, busca su camino hacia el suelo, o acaso la sombra deshilvanada del cuello de la mujer bajo la barbilla sea producto de un corte de cuchillo, los hilos de sangre seca de la herida ancha como el cuello, negros con costra de sangre también los mechones a la derecha de la cara, la huella del asesino zurdo sobre el umbral de la puerta, su cuchillo escribe de derecha a izquierda, lo necesitará de nuevo, abulta la tela de su chaqueta, cuando de los fragmentos de cristal se recompone la copa rota y la mujer se acerca a la mesa sin cicatriz en el cuello, o será la mujer, el ángel sediento, que le abre al pájaro de un mordisco la garganta y vierte la sangre del cuello abierto en la copa, el alimento de los muertos, el cuchillo no es para el pájaro, la cara del hombre tiene el color del suelo hasta la altura de los ojos, la frente y la mano visible, la otra que lo sujeta oculta en el plumaje, son blancas como el papel, parece llevar guantes para el trabajo al aire libre, por qué no en el momento del cuadro, y algo parecido a un sombrero para protegerse del astro ardiente que ilumina el paisaje y hace palidecer sus colores, cuál puede ser su trabajo, además del asesinato quizá diario de la mujer resucitada quizá a diario, en este paisaje, sólo aparecen animales en forma de nubes, sin mano que los sujete, el pájaro en el árbol es la última reserva, un reclamo lo atrapa, de nada sirve arrancar la hierba, la quema el SOL, quizá una multitud de SOLES, las frutas del árbol del pájaro se recogen rápidamente, acaso los dedos temblorosos del estrangulador han tejido la red de alambre alrededor de la línea de cumbres achatadas, de la que sólo sobresale aún no protegida una cima blanca como el papel, protección ante el desprendimiento de piedras provocado por los paseos de los muertos en el interior de la tierra, que son el pulso secreto del planeta al que se refiere el cuadro, protección quizá con perspectiva de duración, cuando el crecimiento de los cementerios haya alcanzado su límite con el pequeño peso del presunto asesino en el umbral, del pájaro del árbol rápidamente digerido, la pared guarda un sitio para su esqueleto, o el movimiento se invierte, cuando todos los muertos se reúnan, el tumulto de los sepulcros la tempestad de la resurrección que expulsa las serpientes de la montaña, es la mujer de mirada enigmática y la boca como una ventosa una MATA-HARI del inframundo, enviada que explora el terreno sobre el que dicen tendrá lugar la Gran Maniobra que revestirá de carne los huesos famélicos, la carne de piel, atravesada por venas que beben la sangre que procede del suelo, el regreso a casa de las vísceras desde la nada, o está el ángel hueco bajo el vestido, porque el banco de carne que se va reduciendo bajo el suelo no tiene más cadáveres que entregar, un DEDO MALVADO que los muertos levantan al viento contra la policía del cielo, precursora y ESPOSA DEL VIENTO, que les quita el viento en la carne a los enemigos naturales de la resurrección, el viento que habitan, sopla como tempestad y cae en la trampa, la flecha de la cortina señala a la mujer, también el asesino quizá sólo un muerto de servicio, la destrucción de los pájaros su tarea (secreta), el paso de baile realizado con dejadez indica que el trabajo finalizará pronto, quizá la mujer ya esté de vuelta en el suelo, preñada de tempestad, del semen del renacimiento de la explosión de esqueletos, huesos y esquirlas y tuétano, la provisión de viento marca la separación entre las partes, de las que quizá, cuando el aire de la respiración se haya asentado, el terremoto las reviente a través de la piel del planeta, se reúna TODO, el apareamiento de la estrella por sus muertos, la primera señal las nubes con su esqueleto de alambre, en realidad compuesto de nervios que preceden al hueso, o bien de telarañas de tuétano, como el trenzado sin raíces visibles que trepa por el bungalow y ha ocupado ya el espacio interior hasta el techo, o la maraña de alambre de las sillas, o la red que clava la línea de cumbres al suelo, o todo es distinto, la red de acero el capricho de un rotulador descuidado que le niega plasticidad a la montaña con un rayado mal hecho, quizá la arbitrariedad de la composición siga un plan, el árbol sobre un tablero, las raíces cortadas, acaso son los otros árboles al fondo setas de tallo especialmente largo, plantas de una zona climática que no conoce árboles, cómo ha llegado el bloque de hormigón al paisaje, no hay huella de transporte o vehículo, TE HE DICHO QUE NO DEBES VOLVER LO MUERTO ESTÁ MUERTO, ni huella de arrastre, acaso empujado a patadas desde el suelo, caído del CIELO, o dejado caer desde el aire sólo respirable por los muertos mediante una garra mecánica movida desde un punto fijo en el arriba llamado CIELO, es la línea de cumbres una pieza de museo, préstamo de una sala de exposiciones subterránea en la que se guardan las montañas porque en su lugar natural impiden el vuelo bajo de los ángeles, el cuadro una disposición experimental, la crudeza del boceto una expresión de desprecio hacia los animales de laboratorio hombre, pájaro, mujer, la bomba de sangre del asesinato diario, hombre contra pájaro y mujer, mujer contra pájaro y hombre, pájaro contra mujer y hombre, que suministra combustible al planeta, sangre la tinta que inscribe de colores su vida de papel, también su cielo amenazado de anemia por la resurrección de la carne, se busca: el hueco en el proceso, lo otro en el retorno de lo igual, el balbuceo en el texto mudo, el agujero en la eternidad, el ERROR quizá redentor: la mirada distraída del asesino cuando examina el cuello de la víctima sobre la silla con las manos, con el filo del cuchillo, sobre el pájaro en el árbol, en el vacío del paisaje, titubeo antes de la incisión, los ojos que se cierran ante el chorro de sangre, la risa de la mujer que afloja en lo que dura una mirada la garra del estrangulador, hace temblar la mano con el cuchillo, vuelo en picado del pájaro atraído por el destello del filo, aterrizaje sobre la bóveda craneal del hombre, dos picotazos a la derecha y a la izquierda, vahído y chillido del ciego salpicando sangre en el torbellino de la tempestad que busca a la mujer, miedo a que el error ocurra durante el parpadeo, a que la hendidura del ojo se abra en el instante entre mirada y mirada, la esperanza vive sobre el filo de un cuchillo que gira más rápido con atención creciente que deviene cansancio, el relámpago de la inseguridad en la certidumbre de lo terrible: el ASESINATO es un intercambio de sexos, EXTRAÑO EN EL PROPIO CUERPO, el cuchillo es la herida, la nuca el hacha, acaso la ausencia de vigilancia es parte del plan, a qué aparato está sujeta la lente que extrae los colores del cuadro, en qué cuenca ocular se despliega la retina, quién O QUÉ pregunta por el cuadro, VIVIR EN EL ESPEJO, es el hombre del paso de baile YO, mi tumba su cara, YO la mujer de la herida en el cuello, a la derecha y a la izquierda en sus manos el pájaro despedazado, sangre en la boca, YO el pájaro, que le muestra al asesino con la escritura de su pico el camino hacia la noche, YO la tempestad congelada.

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BILDBESCHREIBUNG (Descripción de un Cuadro) puede leerse como un sobrepintado de la ALCESTIS, que cita la obra NO KUMASAKA, el 11º canto de la ODISEA, los PÁJAROS de Hitchcock y la TEMPESTAD de Shakespeare. El texto describe un paisaje más allá de la muerte.

La acción es a voluntad, pues sus consecuencias son ya pasado, explosión de una memoria en una estructura dramática extinta.

viernes, 6 de junio de 2008

E N P L E N A N O C H E

E N P L E N A N O C H E
O
E L B L U F F
S U R R E A L I S T A
A N T O N I N A R T A U D
http://www.katarsis-webzine.blogspot.com
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E N P L E N A N O C H E . . .
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Que los surrealistas me hayan expulsado o que
yo mismo me haya alejado de sus grotescos simulacros,
hace mucho que no es ésa la cuestión.1
Me retiré porque estaba harto de una mascarada
que había durado demasiado, por otra parte estaba
muy seguro de que en la nueva posición que habían
1 Insistiré apenas sobre el hecho de que los surrealistas no hayan encontrado
nada mejor para tratar de destruirme que servirse de mis propios
escritos. Es necesario que se sepa que la nota que figura al pie de las
páginas 6 y 7 del artículo «Au grand jour» y que apunta a arruinar los
fundamentos de mi actividades es apenas una reproducción pura y simple,
la copia apenas disfrazada de fragmentos tomados de textos que yo
les destinaba y donde me ocupaba de poner a la luz su actividad, embutida
de odios miserables y de veleidades sin futuro. Esos fragmentos
constituían la materia de un artículo que me rechazaron sucesivamente
dos o tres revistas, entre ellas la N.R.F, por demasiado comprometedor.
Poco importa saber por los oficios de qué soplón llegó este artículo a sus
manos. Lo esencial es que lo hayan encontrado tan molesto como para
sentir la necesidad de neutralizar su efecto. En cuanto a las acusaciones
que les destinaba y que me devuelven, dejo a la gente que me conoce
bien, no ya según su innoble manera, el trabajo de clasificarnos. En el
fondo, todas las exasperaciones de nuestra pelea giran alrededor de la
palabra Revolución.
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elegido, no menos que en cualquier otra, los surrealistas
no harían nada.
Y el tiempo y los hechos no tardaron en darme
la razón.
Uno se pregunta qué puede importarle al mundo
que el surrealismo coincida con la Revolución o
que la Revolución deba hacerse por fuera y por encima
de la aventura surrealista, cuando se considera
la poca influencia que los surrealistas han tenido
sobre las costumbres y las ideas de esta época.
Además, hay todavía una aventura surrealista y
acaso no ha muerto el surrealismo el día en que
Breton y sus adeptos creyeron que debían adherir al
comunismo y buscar en el terreno de los hechos y
de la materia inmediata el resultado de una acción
que normalmente sólo podía desarrollarse dentro de
los marcos íntimos de la mente.
Creen poder permitirse echarme cuando hablo
de una metamorfosis de las condiciones interiores
del alma,2 como si yo entendiera el alma en el senti-
2 Como si un hombre que ha sentido de una vez por todas los límites de
su acción, que rehúsa comprometerse más allá de lo que él cree que son
esos límites, fuera menos digno de interés, desde el punto de vista revolucionario,
que el gritón imaginario que en el mundo asfixiante en el que
vivimos, mundo cerrado y para siempre inmóvil, en atención a no sé qué
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estado insurreccional del cuidado de clasificar los actos y los gestos que
todos saben bien que no haré.
Exactamente eso es lo que me ha hecho vomitar el surrealismo: la
consideración de la impotencia nativa, de la debilidad congénita de esos
señores, opuesta a su actitud perpetuamente ostentatoria, a sus amenazas
en el vacío, a sus blasfemias en la nada.
¿Y hoy, qué hacen ellos para desplegar una vez más su impotencia, su
invencible esterilidad? Es por haber rehusado a comprometerme más allá
de mí mismo, por haber reclamado silencio alrededor mío y por ser fiel
en pensamiento y en acto a lo que sentía ser mi profunda, mi irremisible
impotencia que esos señores han juzgado mi presencia inoportuna entre
ellos. Pero lo que les pareció por encima de todo condenable y blasfematorio
fue que no quisiera comprometerme sino conmigo mismo acerca
de la determinación de mis límites, que exigiera ser dejado libre y
dueño de mi propia acción.
¿Pero qué me importa toda la Revolución del mundo si sé permanecer
eternamente doloroso y miserable en el interior de mi propio osario?
Que cada hombre no quiera considerar nada más allá de su
sensibilidad profunda, de su yo íntimo, es para mí el punto de vista de la
revolución integral. No hay mejor revolución que la que me beneficia a
mí y a la gente como yo. Las fuerzas revolucionarias de un movimiento
cualquiera son aquellas capaces de desarticular el fundamento actual de
las cosas, de cambiar el ángulo de la realidad.
Pero en una carta escrita a los comunistas, ellos confiesan su absoluta
falta de preparación en el terreno en el que acaban de comprometerse.
Más aún, que el tipo de actividad que se les pide es inconciliable con
su propio espíritu. Y es aquí que ellos y yo, sea lo que sea, nos volvemos
a reunir al menos en parte en una inhibición esencialmente similar aunque
debida a causas graves en otro sentido, en otro sentido significativas
para mí que para ellos. Se reconocen finalmente incapaces de hacer lo
que yo siempre me rehusé a intentar. En cuanto a la acción surrealista
misma, estoy tranquilo. Casi no pueden sino pasar sus días condicionándola.
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do infecto en que ellos mismos la entienden y como
si desde el punto de vista de lo absoluto pudiera
tener el menor interés ver cambiar la estructura social
del mundo o ver pasar el poder de manos de la
burguesía a las del proletariado.
Si los surrealistas realmente buscaran eso, al
menos tendrían una excusa. Su objetivo sería banal
Hacer el balance, hacer el balance en ellos como cualquier Stendhal,
esos Amiel de la Revolución comunista. La idea de la Revolución siempre
será para ellos una idea, sin que esta idea, a fuerza de envejecer adquiera
una sombra de eficacia.
¿Pero acaso no ven que revelan la inanidad del movimiento surrealista,
del surrealismo intacto de toda contaminación, cuando sienten la
necesidad de romper su desarrollo interno, su verdadero desarrollo para
apuntalarlo por una adhesión de principio o de hecho al Partido Comunista
Francés? ¿Era esto aquel movimiento de revuelta, aquel incendio en
la base de la realidad? ¿Acaso el surrealismo, para vivir, tenía necesidad
de encarnarse en una revuelta de hecho, de confundirse con reivindicaciones
concernientes a la jornada de ocho horas, o al reajuste de los
salarios o la lucha contra la vida cara? ¡Qué chiste o qué bajeza de alma!
Sin embargo es lo que parecen decir, ¡¡¡que esta adhesión al Partido Comunista
Francés les parecía la continuación lógica del desarrollo de la
idea surrealista y su única salvaguarda ideológica!!!
Pero yo niego que el desarrollo lógico del surrealismo lo haya llevado
hasta esta forma definida de revolución que se entiende bajo el nombre
de Marxismo. Siempre pensé que un movimiento tan independiente
como el surrealismo no se justificaba con los procedimientos de la lógica
ordinaria. Además es una contradicción que no perturba a los surrealistas,
dispuestos a no perder nada de todo lo que pueda ser una ventaja
para ellos, de todo lo que momentáneamente pueda servirles. Háblenles
con su Lógica, responderán Ilógico, pero digan Ilógico, Desorden, Incoherencia,
Libertad, responderán Necesidad, Ley, Obligación, Rigor.
Esta mala fe esencial es la base de sus maniobras.
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y restringido pero al menos existiría. ¿Pero tienen
acaso algún objetivo hacia el que lanzar una acción y
cuándo fueron capaces de formularlo?
¿Acaso trabajamos con una meta? ¿Trabajamos
con móviles? ¿Creen los surrealistas poder justificar
su expectativa por el simple hecho de la conciencia
que tienen?
La expectativa no es un estado de ánimo. Cuando
no se hace nada no se corre el riesgo de romperse
la cara. Pero no es razón suficiente para que
hablen de uno.
Desprecio demasiado la vida para pensar que
cualquier cambio desarrollado en el marco de las
apariencias, pueda cambiar algo de mi detestable
condición.
Lo que me separa de los surrealistas es que
aman tanto la vida como yo la desprecio.
Disfrutar en toda ocasión y por todos los poros
es el centro de sus obsesiones. Pero el ascetismo no
coincide con la verdadera magia, incluso la más sucia,
incluso la más negra. Incluso el gozador diabólico
tiene aspectos ascéticos, un cierto espíritu de
mortificación.
No hablo de sus escritos que son brillantes aunque
vanos desde el punto de vista que ellos sostieA
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nen. Hablo de su actitud central, del ejemplo de toda
su vida. Yo no tengo odio individual. Los rechazo
y los condeno en bloque rindiendo a cada uno de
ellos toda la estima e incluso toda la admiración que
merecen por sus obras o por su inteligencia. En todo
caso y desde ese punto de vista no cometeré,
como ellos, el infantilismo de darle vuelta la cara a
ese tema, y de negarles talento porque han dejado
de ser mis amigos. Pero felizmente no se trata de
eso.
Se trata de una ruptura del centro espiritual del
mundo, de un desacuerdo de las apariencias, de una
transfiguración de lo posible que el surrealismo debía
contribuir a provocar. Toda materia comienza
por un desarreglo espiritual. Confiar en las cosas, en
sus transformaciones, en el cuidado al conducirnos
es un punto de vista de torpe obsceno, de aprovechador
de la realidad. Nadie ha comprendido nada
nunca y los surrealistas no comprenden y no pueden
preveer adonde los llevará su voluntad de Revolución.
Incapaces de imaginar, de representarse
una Revolución que no evolucione dentro de los
desesperantes marcos de la materia, se resguardan
en la fatalidad, en cierto azar de debilidad y de imE
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potencia que les es propio, del trabajo de explicar su
inercia, su eterna esterilidad.
El surrealismo siempre ha sido para mí una
nueva forma de magia. La imaginación, el sueño,
toda esta intensa liberación del inconsciente que
tiene por finalidad hacer aflorar a la superficie del
alma lo que habitualmente tiene escondido, debe
necesariamente introducir profundas transformaciones
en la escala de las apariencias, en el valor de
significación y en el simbolismo de lo creado. Lo
concreto cambia completamente de vestido, de
corteza, no se aplica más a los mismos gestos mentales.
El más allá, lo invisible rechaza la realidad. El
mundo ya no se sostiene.
Entonces se puede comenzar a calibrar los fantasmas,
a rechazar las falsas apariencias.
Que la muralla espesa de lo oculto se hunda de
una vez sobre todos esos impotentes charlatanes
que consumen su vida en admoniciones y vanas
amenazas, sobre esos revolucionarios que no revolucionan
nada.
Esos torpes tratan de convertirme.3 Ciertamente
tendré mucha necesidad. Pero al menos yo me re-
3 Ces brutes qu'ils me convient de me convertir. Frase muy oscura, de difícil
traducción. (N. de la T)
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conozco inválido y sucio. Aspiro después a otra vida.
Y bien pensado, prefiero estar en mi lugar y no
en el suyo.4
¿Qué queda de la aventura surrealista? Poca cosa
además de una gran esperanza decepcionada, pero
en el terreno de la literatura misma tal vez hayan
aportado algo.
Esa cólera, ese disgusto quemante volcado sobre la
cosa escrita constituye una actitud fecunda y que tal
vez un día, más tarde, sirva. La literatura ha sido
purificada por ella, próxima a la verdad esencial del
cerebro. Pero eso es todo. Conquistas positivas al
4 Esta bestialidad de la que hablo y que tanto los subleva es sin embargo
lo que los caracteriza mejor. Su amor al placer inmediato, es decir a la
materia, les ha hecho perder su primitiva orientación, ese magnífico
poder de evasión cuyo secreto creímos nos iban a dispensar. Un espíritu
de desorden, de mezquina chicana, los impulsa a desgarrarse unos a
otros. Ayer, Soupault y yo nos fuimos descorazonados. Antes de ayer,
Roger Vitrac, cuya exclusión fue de una de sus primeras cochinadas.
Por más que griten en su rincón y digan que no es así, les responderé
que para mí el surrealismo siempre ha sido una insidiosa extensión de
lo invisible, el inconsciente al alcance de la mano. Los tesoros del inconsciente
invisible vueltos palpables, conduciendo la lengua directamente,
de un solo golpe.
A mí, Rusbroeck, Martínez de Pasqualis, Boehme, me justifican suficientemente.
Cualquier acción espiritual si es justa se materializa cuando
es necesario.
¡Las condiciones interiores del alma! Pero éstas llevan en sí su investidura
de piedra, de verdadera acción. Es un hecho adquirido y adquirido
por sí mismo, irremisiblemente sobreentendido.
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margen de la literatura, de las imágenes, no ha habido
y sin embargo era el único hecho importante. De
la buena utilización de los sueños podía nacer una
nueva forma de conducir el pensamiento, de mantenerse
en medio de las apariencias.
La verdad psicológica estaba despojada de toda
excrecencia parasitaria, inútil, aproximada mucho
más de cerca. Entonces se vivía con seguridad, pero
tal vez es una ley de la inteligencia que el abandono
de la realidad sólo puede conducir a fantasmas. En
el marco exiguo de nuestro dominio palpable estamos
apurados, exigidos de todas partes. Lo hemos
visto bien en esa aberración que llevó a revolucionarios
en el plano más alto posible, a literalmente
abandonar ese plano, a dar a la palabra revolución
su sentido utilitario práctico, el sentido social que se
quiere pretender el único válido, porque nadie quiere
contentarse con palabras vanas. Extraña vuelta
sobre sí mismos, extraño nivelamiento.
¿Quién puede creer que anteponer una simple
actitud moral bastará, si esta actitud está enteramente
marcada por la inercia? El interior del surrealismo
lo conduce hasta la Revolución. Ese es el
hecho positivo. La única conclusión eficaz posible
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(según dicen ellos) y a la que un gran número de
surrealistas se ha rehusado a adherir; pero, a los
otros, ¿qué les ha dado y qué les ha hecho dar su
adhesión al comunismo?
No los hizo dar ni un paso. En el círculo cerrado
de mi persona nunca sentí la necesidad de esta
moral del devenir que, parece, revelaría la Revolución.
Yo coloco por encima de toda necesidad real
las exigencias lógicas de mi propia realidad.
Es la única lógica que me parece válida y no una
lógica superior cuyas irradiaciones no me afectan
sino en tanto tocan mi sensibilidad. No hay disciplina
a la que me sienta forzado a someterme por riguroso
que sea el razonamiento que me lleva a
aceptarla.
Dos o tres principios de muerte y de vida están
para mí por encima de toda sumisión precaria. Y
cualquier lógica siempre me parecerá prestada.
*
El surrealismo ha muerto por el sectarismo imbécil
de sus adeptos. Lo que queda es una especie
de montón híbrido al cual los mismos surrealistas
son incapaces de ponerle nombre. Perpetuamente
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cerca de las apariencias, incapaz de hacer pie en la
vida, el surrealismo todavía está buscando su salida,
pisoteando sus propias huellas. Impotente para elegir
para decidirse ya sea totalmente hacia la mentira,
ya sea totalmente hacia la verdad (verdadera mentira
de lo espiritual ilusorio, falsa verdad de lo real inmediato,
pero destruible), el surrealismo busca este
insondable, este indefinible intersticio de la realidad
donde apoyar su palanca, antes poderosa, hoy en
manos de castrados. Pero mi debilidad mental, mi
cobardía bien conocidas se rehúsan a encontrar el
menor interés en las convulsiones que sólo afectan
ese lado exterior, inmediatamente perceptible de la
realidad. Para mí, la metamorfosis exterior es algo
que sólo puede estar dado por añadidura. El programa
social, el programa material hacia el que los
surrealistas dirigen sus pobres veleidades de acción,
sus odios jamás virtuales a todo, son para mí sólo
una representación inútil y sobrentendida.
Sé que en el debate actual tengo de mi lado a
todos los hombres libres, a todos los verdaderos
revolucionarios que piensan que la libertad individual
es un bien superior al de cualquier conquista
obtenida en un plano relativo.
A N T O N I N A R T A U D
14
*
¿Mis escrúpulos hacia toda acción real?
Estos escrúpulos son absolutos y de dos clases.
Hablando absolutamente, apuntan a ese sentido enraizado
de la profunda inutilidad de cualquier acción
espontánea o no espontánea.
Es el punto de vista del pesimismo integral. Pero
una cierta forma de pesimismo lleva en sí su lucidez.
La lucidez de la desesperación, de los
sentidos exacerbados y como en las orillas de los
abismos. Y al lado de la horrible relatividad de cualquier
acción humana, esta espontaneidad inconsciente
que pese a todo impulsa a la acción.
Y también en el terreno equívoco, insondable
del inconsciente, de las señales, de las perspectivas,
de las percepciones, toda una vida que crece cuando
se establece y se revela aún capaz de turbar el espíritu.
Estos son pues nuestros escrúpulos comunes.
Pero al parecer ellos se decidieron por la acción.
Pero una vez reconocida la necesidad de esta acE
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ción, se apresuran a declararse incapaces de ella. La
configuración de su pensamiento los aleja para
siempre de este terreno. Y en lo que a mí concierne
¿dije alguna vez otra cosa? En mi favor, de todos
modos, circunstancias psicológicas y fisiológicas
desesperadamente anormales y en las que ellos no
podrían prevalecer.

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